domingo, 17 de enero de 2010

Haití: "Carrera contra el tiempo" para distribuir comida y agua






PUERTO PRINCIPE (AP) — El agua, la comida y los primeros rayos de esperanza comenzaron a llegar el sábado a los sobrevivientes del terremoto, sedientos y hambrientos, en las calles de la devastada capital haitiana, pero la desesperación en la isla amenazaba con desbordarse en algunos lugares.

"La gente está tan desesperada por obtener comida que está enloqueciendo", dijo Henry Ounche, un contador, parado entre centenares de personas que peleaban entre sí mientras los helicópteros militares estadounidenses sobrevolaban la zona para entregar ayuda.

Cuando otros helicópteros lanzaron raciones de alimentos y bebidas para deportistas hacia una cancha de fútbol, repleta de refugiados, unos 200 jóvenes comenzaron a pelear y lanzaron piedras, para arrebatarse los víveres.

Por toda la ciudad, la gente luchaba por soportar el hedor de la muerte, y la esperanza de encontrar a más sobrevivientes entre los escombros se iba perdiendo con cada hora que transcurría, cuatro días después del cataclismo del martes.

Sin embargo, aquí y allá, el murmullo de las víctimas sepultadas ponía a trabajar a las cuadrillas de rescate, incluso mientras las réplicas sísmicas amenazaban con derribar lo poco que quedó en pie.

"Nadie está vivo ahí", sollozó una mujer frente al derruido Hotel Montana.

Pero la esperanza se negaba a morir.

"¡Podemos oír a un sobreviviente!", exclamó Alexander Luque, trabajador namibio de búsqueda, un poco más tarde. Acto seguido, comenzó a cavar junto con sus compañeros.

En otro lugar, una cuadrilla estadounidense rescató con vida a una mujer, de entre los escombros de un edificio universitario, donde permaneció atrapada durante 97 horas.

Nadie sabía cuántas personas murieron. Tan sólo el gobierno haitiano ha recuperado ya 20.000 cadáveres —sin contar los recogidos por agencias independientes o por los propios familiares, dijo a The Associated Press el primer ministro Jean-Max Bellerive.

En un nuevo estimado, la Organización Panamericana de la Salud informó que entre 50.000 y 100.000 personas perecieron en el sismo. Bellerive dijo que 100.000 "parecería el mínimo". Camiones cargados de cuerpos llegaban sin cesar a las fosas comunes.

Una vocera humanitaria de las Naciones Unidas declaró que el terremoto es el peor desastre que el organismo mundial ha enfrentado jamás, dado que buena parte de la capacidad de atención del gobierno y de la ONU en el país quedó inutilizada. En ese sentido, dijo Elisabeth Byrs en Ginebra, "esto es peor que el tsunami catastrófico de Asia en el 2004, todo está dañado".

También el sábado, la secretaria de Estado norteamericana Hillary Rodham Clinton llegó a Puerto Príncipe para prometer más ayuda de su país, y el presidente Barack Obama se reunió con los ex mandatarios George W. Bush y Bill Clinton, a fin de instar a los estadounidenses para que hagan donaciones a los trabajos de ayuda en Haití.

La ONU anunció también que el cadáver del jefe de la misión del organismo en Haití, Heidi Annabi, fue encontrado entre los escombros de su cuartel general.

Pese a los obstáculos, el ritmo de la distribución de ayuda se aceleraba.

El gobierno haitiano había establecido 14 puntos de distribución de alimentos y víveres, y los helicópteros del Ejército estadounidense realizaban vuelos de reconocimiento para instalar más centros. Dado que ocho hospitales de la ciudad resultaron destruidos parcial o totalmente, los grupos asistenciales abrieron cinco centros de emergencia médica. Equipo vital, como plantas purificadoras de agua, llegaba del extranjero.

Miles de personas se aglomeraron en el barrio de Cite Soleil, mientras los trabajadores del Programa Alimentario Mundial de la ONU distribuían galletas con alto contenido energético ahí, por vez primera. Al ponerse el sol, quedaban sólo unas decenas de cajas, de seis cargamentos de camiones que llegaron. Quizás 10.000 personas seguían esperando, con paciencia pero tal vez fútilmente, en la cola.

Con dos hijos y siete meses de embarazo, Florence Louis, de 29 años, se aferraba a sus cuatro paquetitos. "Es suficiente, porque no tenía nada", dijo.

En un campo de golf construido en una colina, desde el que se aprecia la capital arrasada, los efectivos de la 82da División Aerotransportada de Estados Unidos instalaron una base para entregar agua y alimentos.

Después del desorden inicial entre la multitud que esperaba, cuando los helicópteros sólo podían lanzar su cargamento desde el aire, un segundo vuelo aterrizó y los soldados fueron distribuyendo la comida entre los haitianos, que hicieron una fila ordenada.

Había más ayuda estadounidense en camino: El buque-hospital de la Armada Comfort zarpó el sábado del puerto de Baltimore y llegaría a Haití el jueves. Más de 2.000 infantes de marina se hicieron a la mar desde Carolina del Norte, para apoyar la distribución de ayuda y reforzar la seguridad.

Hillary Clinton ofreció garantías de que Estados Unidos dará "la respuesta que se necesite".

Pero para unos 300.000 haitianos que se quedaron sin techo y que pernoctan en calles, plazas y parques de la capital, la ayuda no parecía garantizada.

"Se ha comenzado ya la distribución de comida y agua, pero esto es el caos. La gente está hambrienta, todos piden agua", dijo Alain Denis, residente del distrito de Thomassin.

La casa de Denis estaba intacta, y él junto con sus padres ancianos tenía cierta reserva de alimentos. "Pero en una semana, no sé", explicó.

El suministro de ayuda siguió obstruido por los congestionamientos en el aeropuerto de Puerto Príncipe, los daños dejados por el sismo en el puerto marítimo, las ruinosas carreteras y el temor a saqueadores y asaltantes.

Los problemas en el rebasado aeropuerto obligaron a organizar una colosal misión de ayuda por tierra desde Santo Domingo, a más de 300 kilómetros (200 millas) de distancia, en la vecina República Dominicana. La caravana incluía hasta 10 camiones que transportaban cobertizos para refugios temporales, un campamento-hospital de 50 camas y a unos 60 médicos.

"No es posible trasladar nada por aire a Puerto Príncipe por ahora. El aeropuerto está completamente congestionado", reveló el vocero de la Cruz Roja, Paul Conneally, desde la capital dominicana.

Otro convoy desde el país vecino se acercó a una base de la ONU en Puerto Príncipe, sin detenerse, ante el temor de sus coordinadores, quienes pensaron que provocarían un disturbio si entregaban la ayuda ellos mismos.

La saturación del aeropuerto generó incluso una fricción diplomática entre los militares estadounidenses y otras naciones donadoras.

Francia y Brasil presentaron quejas formales, señalando que los militares norteamericanos, que controlan el aeropuerto internacional, les habían negado permiso de aterrizar a sus vuelos de ayuda.

El ministro de la Defensa, Nelson Jobin, quien tiene a 7.000 efectivos de paz de la ONU en Haití, advirtió que no debía verse el esfuerzo de rescate como una iniciativa unilateral estadounidense.

Fue necesario que el presidente haitiano Rene Preval implorara el sábado a los donadores internacionales que coordinen mejor sus esfuerzos de ayuda y los exhortara a que no riñan.

"Esta es una situación sumamente difícil, así que debemos mantenernos tranquilos para la coordinación y no acusarnos entre nosotros", dijo Preval a reporteros después de reunirse con el embajador estadounidense y otras autoridades.

Más allá de las diferencias internacionales, las dificultades logísticas interminables frustraban la ayuda.

Un jet, con el tamaño de un avión comercial, aterrizó con equipos médicos y de rescate, procedentes de Qatar, pero se topó con problemas para descargar la ayuda alimentaria. Pidieron ayuda para hacerlo a los militares estadounidenses, relató el doctor Mootaz Aly.

La respuesta de los efectivos norteamericanos fue: "Estamos ocupados", según Aly.

Mientras los equipos asistenciales lidiaban con obstáculos en Haití, el gobierno estadounidense prometió intensificar los esfuerzos de ayuda. En Washington, Obama se unió a sus dos antecesores más recientes para pedir a los estadounidenses que donen a la causa.

"Estamos unidos con el pueblo de Haití, que ha mostrado una resistencia increíble", señaló Obama.

Pero la resistencia no había enfrentado una prueba como ésta.

En una calle de Puerto Príncipe, media decena de hombres arrancó las tuberías de agua que pasaban por el interior de las paredes, para chupar las últimas gotas que quedaban.

"Esto está muy, muy mal, pero estoy demasiado sediento", dijo Pierre Louis Delmar.

Frente a un almacén, cientos de haitianos desesperados simplemente se arrodillaron cuando los trabajadores de la agencia Food for the Poor anunciaron que distribuirían arroz, frijoles y otros alimentos.

"Ellos comenzaron a rezar justo en ese momento y lugar", dijo el director del proyecto, Clement Belizaire.

Se pidió a los niños y ancianos pasar al frente de la fila, y unas 1.500 personas recibieron alimentos, jabón y sandalias de hule, hasta que todo se terminó, añadió Belizaire.

El funcionario asistencial se mostró conmovido por la escena trágica. "Este fue el día más trágico para la vida de todos en Puerto Príncipe", dijo en referencia al martes pasado.

Equipos médicos extranjeros armaron hospitales improvisados para atender a los heridos más graves. Sin embargo, el tiempo se acababa para la gente que puede estar atrapada bajo los escombros.

"Más allá de tres o cuatro días sin agua, la gente estará muy enferma", dijo el doctor Michael VanRooyen de la Iniciativa Humanitaria de Harvard en Boston. "Alrededor de los tres días, la gente empezaría a sucumbir".

Aún así, había algunos triunfos increíbles.

"Es un milagro", exclamó Anne-Marie Morel con los brazos levantados al cielo cuando un vecino fue encontrado vivo en los restos de su casa.

"¡Tonterías, no hay Dios ni hay milagro!", le gritó Remi Polevard, otro vecino, cuyos cinco hijos estaban enterrados en los escombros. "¿Cómo pudo hacernos esto?"

Los periodistas de The Associated Press, Michelle Faul, Jonathan M. Katz, Paul Haven, Tamara Lush y Jennifer Kay en Puerto Príncipe; Ramón Almanzar en Santo Domingo; Alexander G. Higgins, Frank Jordans y Bradley S. Klapper en Ginebra; Edith M. Lederer en Naciones Unidas; Bradley Brooks en Sao Paulo,y Danica Coto y David McFadden en San Juan de Puerto Rico contribuyeron a este despacho.

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Secretario general de la ONU llega a Haití; se reunirá con René Preval



PUERTO PRÍNCIPE.- El Secretario general de la ONU Ban Ki-moon llegó este domingo a Haití y planea recorrer las ruinas de la sede de la misión de la ONU en la capital y reunirse con el presidente René Preval. Ban considera hacer con el mandatario caribeño un balance de las necesidades más inmediatas e ir al emplazamiento de la sede de la Misión de la Establización de la ONU en Haití (Minustah), que fue destruida por completo dejando 40 muertos y 330 desaparecidos.

Antes de partir de Nueva York Ban expresó a los periodistas que lo acompañaban que el terremoto que azotó el martes a Haití y que dejó decenas de miles de muertos era "la crisis humanitaria más grave en décadas".

"Voy a Haití con el corazón apesadumbrado para expresar la solidaridad y el total apoyo de la ONU al pueblo haitiano", declaró y citó tres prioridades: salvar a la mayor cantidad posible de gente, aportar urgentemente ayuda humanitaria -agua, alimentos y los medicamentos necesarios- y coordinar la ayuda externa.